Por Jorge Galindo
Es un tema recurrente en el trabajo con mis consultantes…
También lo es en las pláticas con amigos y conocidos…
Frecuentemente, como secuela del sismo ocurrido en México hace un mes, aparece el tema de ese sentimiento de vulnerabilidad, impotencia y desamparo frente a los acontecimientos que nos rebasan y de los cuales, incluso, depende nuestra vida.
Esta situación no es nueva.
Desde sus inicios el mundo ha sido impredecible.
Ya sea a través de la evolución continua, de los desastres naturales, de las guerras, colapsos económicos o crisis de cualquier tipo… el único elemento constante ha sido el cambio.
Y, sin embargo, la mayoría de nosotros, vivimos empeñados en aferrarnos a alguna certeza.
Nos atrapamos en el espejismo de que la existencia es (o debería ser) algo predecible y seguro.
Es tan profundo este anhelo humano que, irónicamente, muchas veces preferimos la vida que estamos viviendo, ¡aunque no nos guste!, antes que enfrentar lo desconocido.
Sin embargo, este es uno de los puntos de fricción y sufrimiento más constante que podemos tener con la realidad… Por la necesidad de alcanzar una “felicidad” que, en muchos aspectos, parece contraria a esta ley universal de la impermanencia (cambio constante).
El intento por tener una estabilidad externa y pretender obligar al universo a mantener el status quo que deseamos… Es, en estos momentos difíciles de crisis, en donde se hace más evidente la contradicción:
Nos concentramos tanto en controlar el mundo externo para evitar nuestra sensación de vulnerabilidad y desamparo, que nos perdemos el punto esencial…
¡La seguridad, la fortaleza y el sentido que buscamos son estados internos!
Para alcanzarlos, es necesario poner el foco de atención en nuestro interior para descubrir y cultivar un nivel de consciencia que, por momentos, pueda elevarse por encima de lo que está sucediendo en el ámbito externo, en el mundo…
Es decir, estas crisis son una oportunidad para despertar a nuestra dimensión y sabiduría interna.
Porque la vulnerabilidad es también una puerta directa para reconectar con nuestra experiencia emocional. Esa dimensión que tan fácilmente se olvida cuando vivimos sumergidos en el bullicio y la rapidez de la vida cotidiana.
La confrontación con la posibilidad de morir, invita a repensar tus valores, y a no postergar más esas decisiones importantes que sabes que mejorarán tu vida.
Porque experimentar la incertidumbre te alienta a empoderarte; te invita a contribuir a través del servicio, la acción solidaria o la oración.
La adversidad y sus desafíos, son a menudo la primera señal de que ya es hora de que inicies tu búsqueda interior.
Hasta pronto,
Jorge Galindo
Director CÓRPORE
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