Por Veet Pramad
Creo que la primera carta que hay que comparar dentro de esta perspectiva de cambio es la que, en las barajas de Marsella y Waite, se llama “La Fuerza”; en el Egipcio, “La Persuasión”, en el Osho “El Avance” y “Lust” en el de Thoth (A. Crowley y F. Harris), cuya traducción más próxima sería “El Entusiasmo”.
En los Tarots de Marsella, que aparecieron en 1604, vemos a una mujer vestida de manera elegante, cerrando la boca de un león; su título es “La Fuerza”, haciendo referencia a la fuerza de carácter, que en aquella época significaba la capacidad de dominar las llamadas “bajas pasiones” representadas por el león. Este concepto está sintonizado con la doctrina católica que postulaba que el alma es la casa de Dios, mientras que el cuerpo es la casa del diablo y predicaba mortificar el cuerpo para purificar el alma.
Y si vamos al Tarot de Visconti Sforza, el más antiguo que conocemos, de mediados del siglo XV, encontraremos un hombre golpeando a un pequeño león, imagen probablemente inspirada por el mito de Hércules y el león de Nemea, que después también apareció ilustrando este Arcano en el Tarot Mitológico (1984) de Liz Green y Juliet Sharman-Burke.
En el Tarot de Waite (1910) esta idea de dominio de la razón sobre la animalidad está más acentuada, no solo por la posición de las manos, sino también por el rabo entre las piernas del león. Waite era contemporáneo de Freud, quien dejó bien claro que la mayoría de las neurosis proceden de la contención de las “bajas pasiones”, es decir, del lado animal: las emociones, los instintos (las fuerzas que nos mantienen vivos como individuos y como especie), los impulsos vitales y las necesidades corporales y biológicas.
A pesar de eso muchos tarotistas usuarios de los Tarots de Marsella, de Waite y otros, sugieren a sus consultantes cuando esta carta aparece, dominar sus pasiones, reprimir sus impulsos instintivos y emocionales, como hace el señor cura en sus sermones dominicales, ignorando ambos que todo lo que reprimimos acaba acumulándose y manipulándonos.
Algunos otros mudan la interpretación de la imagen diciendo que la mujer no está cerrando la boca del león sino abriéndola como si fuese su dentista. De hecho, Jodoroswky se pregunta si la joven permite la expresión del lado animal o está intentando refrenarlo.
Crowley, por su parte, le quita la ropa a la mujer y la sienta encima del león, finalmente la fuerza motriz del ser humano está en su lado animal, rompiendo con la idea de control, dominio y represión de los Tarots antiguos y no tan antiguos. La rienda que une la mujer y el león es roja, del color de la pasión que los une. La fuerza no puede venir de la lucha, del control de una parte del ser sobre la otra, sino de la unión como dice el refrán. La energía creativa, que biológicamente está dirigida para garantizar la continuidad de la especie, puede ser canalizada por el lado racional y expresada en un amplio abanico de posibilidades creativas, como muestra la matriz también roja que se abre surgiendo de ella 10 (nº de las sephirots o emanaciones del Principio Creador en el Árbol de la Vida) cuernos-serpientes. Además el signo de León es símbolo de la creatividad. Esta integración genera una mezcla de autoestima, autoconfianza, entusiasmo, placer y alegría de vivir, haciendo que la persona se sienta más sensual, vital, sexy y bonita.
Además vemos en la carta de A. Crowley un nuevo modelo de lo femenino, rompiendo con la idea de la mujer que reprime su sexualidad y libertad, la mujer que renuncia a desarrollar sus talentos para quedarse prisionera del hogar familiar, degradada a la categoría de hembra paridera y empleada doméstica.