Por Bruno Díaz
Si imaginamos que tenemos un problema, tal vez buscaremos qué es ese problema y la manera de resolverlo
Si pensamos que somos el problema, nos aliamos con la misma mirada que cree que el problema está en algún lado, si antes imaginaba que estaba en la mente o en el cuerpo, ahora pensaremos que está en nuestro pasado o en las limitaciones para el futuro. “Somos el problema”, diremos, entonces habrá que cambiar y dejar de ser un problema o tal vez pensemos en desaparecer, pues esto hará que el problema desaparezca con nosotros.
Si el problema lo ha ocasionado alguien más, entonces nuestra cacería de brujas está echada a andar y más tarde que temprano caerá el “culpable”, el “victimario” o el “chivo expiatorio”.
Pero, ¿si nos vemos invitados a vivir una experiencia? Es una vivencia en total inmersión y en tiempo real que requiere absolutamente todo de nosotros: Toda nuestra mente, corazón y energía. No se trata ya de un problema sino de una travesía, es un viaje donde perderemos y ganaremos algo. No intentamos cambiar desde afuera, sino que la experiencia misma nos va transformando junto con los involucrados.
De tal suerte que no nos sobra nada, sino que es la situación y nuestro compromiso con ella la que nos va moviendo desde lo profundo, va proponiendo caminos y cambiando escenarios y, todo el tiempo, está como guía el corazón, que nos hace sentir cuándo andamos por una senda que sea para nosotros: En los gustos, las fantasías, los deseos, la completud, el sentirse parte de algo más grande…
Bruno Díaz
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