Los bebés son asombrosamente flexibles. ¡Pueden meterse el dedo gordo del pie a la boca con la misma facilidad que chupan su pulgar! Y no solo sus articulaciones son elásticas, otras partes de su cuerpo también son mucho más flexibles que las nuestras ya de adultos. Por ejemplo, ¿has observado cómo respira un bebé? Pareciera una ola rítmica que sube y baja, envolviendo su pecho y su vientre en un movimiento natural, orgánico. Por momentos, pareciera que respiran con todo el cuerpo. Cuando escuchas la respiración de un bebé en el silencio de la noche, ¿acaso no es el sonido más conmovedor del mundo?
Desafortunadamente, cuando crecemos, dejamos de respirar con esa plenitud y paz de los bebés. Perdemos esa elasticidad porque vamos aprendiendo hábitos que nos vuelven más rígidos, tanto física como mentalmente. Lo mismo pasa con la respiración.
¿Te has fijado? Desarrollas hábitos inconscientes que terminan generando síntomas que afectan tu salud y bienestar. Por ejemplo:
¿Sabías que?
- El 60% de las llamadas al 911 en las principales ciudades de Estados Unidos, son hechas por síntomas que se activaron debido a hábitos disfuncionales de respiración.
- Se calcula que entre un 10% y un 25% de la población en Estados Unidos sufre de efectos nocivos por una respiración disfuncional.
- Más del 50% de las personas que batallan con procesos habituales de dolor en el cuerpo o dinámicas psicológicas crónicas, también tienen alteraciones en su pautas de respiración.
La buena noticia es que puedes modificar tus patrones de respiración, volver a respirar con la paz de un niño durmiendo, calmar tu mente agitada, elevar tu rendimiento, mejorar tu salud… ¡sentirte lleno de vitalidad y energía!
La respiración ES vida.
Hasta pronto.
Jorge Galindo
Director CÓRPORE