Por Jorge Galindo
Los directores de Hollywood aman los “botones locos”. La mayoría de los personajes en sus películas, tienen uno.
¿Recuerdas que en Volver al futuro nadie podía llamar “gallina” a Marty? «¡Nadie me llama … gallina!», respondía furioso. En Forrest Gump, Forrest se vuelve loco cada vez que alguien maltrata a Jenny, la mujer que ama. En Priscilla, reina del desierto, nadie podía llamar a Bernadette por su nombre de nacimiento: Ralph.
La razón por la que estos “botones locos” son tan populares es porque todos tenemos uno. Todos tenemos una experiencia que activa reacciones dentro de nosotros y nos obliga a prestar atención.
Pregúntate a ti mismo: ¿Cuáles son las experiencias que te ayudan a percibir la íntima relación que existe entre tu cuerpo y tu mente? ¿Pones atención a los cambios que te ocurren cuando vives una emoción? Por ejemplo, al estar triste, tu cuerpo se agita con sollozos; al estar ansioso o angustiado, se te “aprieta” el estómago. Estas reacciones corporales tienen raíces profundas en ti; por esta razón, la forma en que tus emociones se plasman en tu cuerpo se puede considerar como un lenguaje universal.
¿Sabías que se han encontrado seis expresiones faciales que se repiten en todas las culturas y que en todas expresan prácticamente lo mismo? Estas son: ira, tristeza, alegría, sorpresa, miedo y asco. Todas estas emociones disparan gestos idénticos, independientemente de que seas un aborigen australiano, un cosmopolita neoyorquino o un ciudadano mexicano.
Cada día, la ciencia encuentra más evidencia que confirma que nuestros pensamientos y sentimientos tienen mucha influencia sobre la salud del cuerpo, y viceversa, de tal manera que, todas esas emociones que comúnmente llamamos negativas (enojo, tristeza, culpa, vergüenza), si son reprimidas terminarán afectando tu salud.
Seas consciente o no… te guste o no… tarde o temprano, las emociones reprimidas se verán reflejadas en tu salud.
Hasta pronto.
Jorge Galindo
Director CÓRPORE