Por David Grinberg
Día soleado en el poniente de la Ciudad de México y especialmente luminoso en el auditorio principal de la Universidad Iberoamericana. Mientras los asistentes esperábamos de cara al sol para ver a Patch Adams, los asientos eran tomados por payasos, por amorosos seres que se han unido a una causa que nada tiene de complaciente, al contrario, se trata de tomar las injusticias y el sufrimiento de la humanidad y transformarlo en alegría.
Patch Adams, hijo de un militar estadounidense y criado en bases del ejército al rededor del mundo, nos cuenta que, a los 17 años, intentó quitarse la vida en tres ocasiones. Se había dado cuenta de que la democracia, la religión, la ley y todo en lo que estaba basada su sociedad, eran una mentira. Afortunadamente, no fue muy bueno suicidándose y lo que decidió, a partir de ese tercer intento fallido por matarse, fue ser feliz todos los días por convicción y por decisión.
Adams estudió medicina como una forma de ayudar a los demás. En la carrera se dio cuenta de que ningún profesor enseñaba compasión, y que el sistema médico de su país era un negocio por el que, cada año, cientos de miles de personas pierden sus casas.
Mientras que los médicos, al desahuciar a un paciente, simplemente pasaban al siguiente, Patch los abrazaba y los hacía reír.
Un día, una alumna de Psicología le pidió un consejo para poder sobrellevar el dolor que sentía cada vez que visitaba a niños enfermos, a lo que Patch le respondió: “Solamente piensa que es un niño y está vivo, todo lo demás no tiene importancia”.
De acuerdo con Patch, no importa si al que se visita es un niño con una enfermedad terminal o un condenado a la pena de muerte; si está vivo, es suficiente para influir, transformar, cambiar, trascender. La enfermedad es circunstancia, de todos modos, ninguno de nosotros sabe si estará aquí mañana.
Patch Adams postula que, dado que la sociedad está enferma y los gobiernos promueven la violencia en todas partes del mundo, lo que habría que hacer es curar a la sociedad, y de esa forma aliviar la salud mental de los seres humanos; además, no solo lo postula, sino que lo lleva a la práctica cada minuto, de cada día de su vida.
Gran día para mí. Pocas veces se tiene la oportunidad de conocer a alguien que ha cambiado al mundo para siempre.
David Grinberg