Por Lourdes Plata
La flor de loto no tiene miedo del fango que yace debajo de ella. Al contrario, extiende sus raíces hacia él, extrae aquello que la nutre y la embellece, y de esa manera se transforma en la bella flor rosa y blanca que conocemos.
El iceberg sabe que nosotros solo vemos su punta y que esto nos engaña, pero él no se preocupa. Sabe que es mucho más que la superficie, y jamás le ha asustado el fondo del océano, ahí se extiende, cómodo en la aparente oscuridad, sentando una base, apoyándose en ella para erguirse majestuoso.
¿Por qué habríamos nosotros de temer a lo que está escondido más allá de lo consciente?
También podemos atrevernos a conocerlo, extender nuestras raíces hacia esta aparente oscuridad, encontrar un sostén y un alimento en lo que no es visible, pero que es igualmente nuestro.
Lourdes Plata