En qué lío me he metido al querer escribir sobre esto. ¿Por dónde empezar, cuando todo en este mundo se basa en mentiras…?
Comenzaré por el hogar, que es lo más cercano que tenemos, y donde podemos empezar a hacer cambios en nosotros mismos. ¿Los niños? Bueno, ellos van a decir mentiras hasta que aprendan de nosotros a no hacerlo.
Para mí, la primera vez que descubrí una mentira, se convirtió en una experiencia traumática. Como casi todos los niños, yo creía en Santa Claus, en ese viejito que viajaba en un trineo de renos y me traía regalitos, solo si me portaba bien, claro. Un buen día me enteré de que:
- Los renos no vuelan.
- El viejito buena onda no existe.
- Era todo puro cuento para que me portara bien.
Ese día me prometí ya no creerle a nadie, me enseñé a ser rebelde y luego, cuando en la escuela me vi obligada a mentir para protegerme, aprendí a mentir cuando estoy bajo presión. Y es divertido porque siempre lo hago, automáticamente, de la forma más chistosa, porque yo misma me corrijo después.
Y así, todos nosotros tenemos una excusa, un hábito de mentir, sobre todo a nosotros mismos.
¿Cuántas veces, cuando le aconsejo a alguien que deje de fumar, me responde: «Si solo es de vez en cuando», para luego ver a esa persona prender su venenito muchas veces durante mi visita?
Mentiritas mentirosas, las que te cuenta el hombre para conquistarte. Mentiritas mentirosas que contamos para hacernos sentir mejor de lo que somos. Mentiritas para los que nos cuestionan. Así, todo en la vida es siempre ponernos máscaras para esconder quiénes somos y nuestra vergüenza, nuestras culpas, nuestras sombras. Y todos somos parte de esto, cómplices y culpables, jueces y testigos.
Y, ¿qué decir de las mentiras blancas? También son mentiras y a veces muy crueles. Las aceptamos porque nosotros también lo hacemos o porque no queremos, o no nos atrevemos a terminar con la impunidad.
Y ya que hablamos de eso: ¡Nooooo! ¡Política no! Porque allí ya no se sabe cuál es la verdad. Son capas y capas de historias, no verdades. A lo largo de los siglos, en los libros de historia, y en las religiones… Tantas mentiras que nos hacen creer por puro dogma.
¿Por qué no tratamos de cambiar las cosas, ser de verdad valientes, y decir la verdad?
¡Te apuesto a que sí puedes!