por Veet Pramad
He escuchado por ahí voces que, desde diferentes ángulos, prometen el cambio, la armonía o la felicidad, negando la necesidad de terapia. Unos consideran que ya somos seres de luz, seres perfectos, y que basta darse cuenta de ello. Otros sugieren aplicaciones energéticas, mantras, decretos, etc. Yo, por otra parte, sigo hablando de «sanación», «terapia», «proceso» y “evolución”, porque aunque el Ser es perfecto, desde el momento en que nacemos, la familia, en especial, y también la sociedad y la escuela, nos inoculan tantas creencias, miedos, patrones de conducta que no solo nada tienen que ver con el Ser, sino que frecuentemente nos lleva a desconectarnos de Él.
El bebé y el niño saben instintivamente que para sobrevivir necesitan ser cuidados, nutridos y protegidos por la familia. Cuando el niño aún no programado se expresa manifestando algún talento o cualidad del Ser y recibe una respuesta negativa como prohibición, amenaza, chantaje, crítica, condena o hasta violencia física, este entra en contacto con el miedo a morir y entonces se dispara el instinto de sobrevivencia (la fuerza más poderosa que tienen los seres vivos), de manera que el bebé/niñ@ hace cualquier cosa para garantizar su sobrevivencia.
Ante esta situación suceden dos cosas:
La primera es que el niñ@ va construyendo una falsa personalidad (ego) que aglutina esos miedos, creencias, enojos, humillaciones y patrones de conducta, que impide y substituye las manifestaciones del Ser. Las experiencias que generan esa estructura de defensa crean también una nueva estructura corporal que, con toda una serie de tensiones, se implanta encima del cuerpo original.
La segunda es que todos aquellos aspectos del Ser que el niño se ve obligado a esconder, primero de la familia, después de la sociedad y finalmente de sí mismo, configuran la sombra del inconsciente que nos manipula constantemente a través de la proyección. Es por esta razón que, por una parte, nos sentimos atraídos locamente por personas en las que vemos los aspectos o talentos que fuimos obligados a esconder, pero que aún apreciamos; mientras que, por otra parte, nos sentimos repelidos locamente por personas en las que vemos los aspectos que fuimos obligados a condenar.
Como resultado de lo anterior, nuestro Ser, luminoso y divino, que continúa inmaculado allí en el centro, está cubierto por tantas capas artificiales que para llegar a él tenemos que pasar por ellas. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino tornándose consciente de su propia sombra, dijo Jung. Es así que, las enfermedades son el producto de este distanciamiento, cuando no de la desconexión total, con la esencia; por lo tanto, la sanación viene a través de la reconexión con el Ser, y para rescatarlo necesitamos identificar, entender y desactivar esa falsa personalidad.
La llamo “falsa personalidad” porque es impuesta, porque no corresponde con el Ser original, pero no es una ilusión, de hecho, actuamos a partir de ella, construimos nuestra vida con las decisiones que tomamos a partir de nuestras creencias y patrones de conducta. Desafortunadamente, el sufrimiento que conlleva todo eso es absolutamente real. La destrucción del planeta a manos de hombres desconectados e identificados con esa falsa personalidad es absolutamente real.
En la medida que trabajamos para conocernos mejor y nos aproximamos al Ser, aunque no hayamos desactivado completamente la falsa personalidad, podemos tener momentos de conciencia expandida, a veces producto de una situación particular (un baño bajo una cascada, la sonrisa de un bebé, un ritual shamánico, un insigth en una sesión terapéutica, el paisaje silencioso de la alta montaña, etc.). En ese momento nos damos cuenta de lo que somos y de lo que no somos, de lo que queremos vivir y de lo que no queremos vivir, pero ese estado pasa en algunas horas y, si no hacemos algo en consecuencia, volvemos a caer en las redes del ego.
Una falsa personalidad abarca todos nuestros aspectos: corporal, instintivo, mental y emocional, de manera que, mantenerse en el corazón, estando éste lleno de rencores, frustraciones, miedos y carencias, no nos va a llevar a nada. Negar la sombra, darle la espalda, solo lleva a que esta se agigante y nos devore. La falsa personalidad no cae por sí sola. Se trata de usar la poca luz a la que accedemos para iluminar e integrar la sombra y así rescatar el Ser que siempre fuimos.
Existen agentes externos que pueden ayudarnos; por ejemplo, un buen masaje puede aliviar nuestras tensiones corporales, pero mientras no identifiquemos, entendamos y desactivemos los patrones de conducta que nos llevan a optar por actividades o relaciones que crían tensiones, no habrá verdaderos cambios de vida y nos haremos dependientes de esos agentes externos. En resumen, no habrá cambios reales si estos no vienen de dentro como un sumatorio de conciencia, aceptación e acción.
Veet Pramad
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