Por David Grinberg
La identidad es una cosa misteriosa. Yo dejé mi Ciudad de México por cinco años para, entre muchas otras cosas, reinventarme en Barcelona. Otro aire y otra gente me dieron una plataforma distinta, un punto de vista inesperado y una tranquilidad relativa para poder lanzar este Yosomos y los proyectos que cobija.
Ahora que estoy de vuelta me encuentro con el Yo que dejé antes de irme, el Yo que traigo de Europa y el Yo que se levanta todas las mañanas para disfrutar y enfrentar estos días.
Por un lado, regreso a la universidad, también al Teatro Judío, dirigiendo el evento de conmemoración del día del Holocausto o Shoa. Lo que representa en cierto modo el Yo que dejé en México.
Avanzo con el Teatro Cuántico (ahora Taller de Ludocuántica) por el país, y ahora también, afortunadamente, con niños y jóvenes. Lo que representa un poco al Yo que se gestó en Barcelona.
Y también preparamos el Teatro de la Transformación, un proyecto que no tarda en salir a la luz gracias a la invitación de Laura Esquivel y la Delegación Coyoacán. Lo que representa al yo más creativo y felizmente ubicado en el aquí y ahora.
Hoy en la mañana fui a desayunar con mi hijo de seis años y mis tres Yos. Mirando los ojos del pequeño me di cuenta de que él sabe mucho mejor que nadie quiénes somos yo.
Juego con Gad, y el Yo que invitó a los tres Yos a desayunar, aparece de pronto.
Pero entonces nos ponemos un títere en cada mano, y de pronto también ese cuarto Yo desaparece.
Somos bebé, perro, conejo, abuela y somos sin Yo, lo que realmente somos.
¿Jugamos?
David Grinberg