Por Aum Rak Sapper
Llegó el día para hablar de esto: todo en Facebook está lleno de noticias diciendo que, el candidato gringo, ciego de poder y ego, anda contando cosas y casos de abusos contra la mujer. Qué maravilla de oportunidad la que nos está dando este “hoy”, en el que pienso que todo se sintetiza en este tema. Echémosle la culpa a los planetas y a su danza cósmica por lo que nos deparan, ya que, en la Guía de los Días, ¡es hora de abordar el tema!
Desde hace siglos, señores y señoras del jurado (porque juzgan), las mujeres hemos sido vistas como algo utilitario y de servicio forzado. Así ha sido nuestra historia, e incluso, en varios lugares del mundo, hay muchas mujeres todavía que, esclavas de los apetitos de seres inferiores y sin consciencia, deben soportar día a día, tanto abuso, tanta maldad, tanta falta de consideración y respeto. Las guerras, a tantos niveles, no nos permiten la libertad de Ser.
Todos los días somos testigos de ello: las mujeres, lindas y domaditas, callan; cierran la boca para no contar las infamias del marido que las trata como solo él las trata. Yo también estuve allí, en silencio, soportando; sumida en la vergüenza que me quisieron hacer sentir por “Ser”. Aquella culpa de ser bonita, atractiva, de ser el blanco de miradas y comentarios obscenos, ofrecimientos caros y baratos y… de los ataques de violencia.
Ahora, desde que mis cabellos se platearon, soy feliz, porque puedo andar por las calles sin tener que escuchar comentarios sucios, bajos, de machitos que creen que son muy “atrevidos” por decir lo que dicen a mujeres que van por la calle, a la tienda, al trabajo.
No, no importaba qué ropa llevara, ni qué actitud o peinado; siempre era lo mismo. Una vez, yo andaba despacio en el tráfico y alguien que iba lleno de prisa y, embistiendo, me escupió. ¡Qué bueno que llevaba la ventanilla cerrada! “¡No tienes idea de cómo lastimaste!” digo cuando me acuerdo, pero en el momento me reí; a pesar de todo.
Porque esa es otra rareza: se supone que las mujeres buenas debemos pasar por alto todo esto y perdonar… dar ese perdón misericordioso que se supone debemos de tener ante tales atrocidades.
También, por eso mismo, muchas mujeres “misericordiosas” de mi generación, me tacharon de muchas cosas. No sé si lo hicieron por envidia, por proyección de sus inseguridades, por competencia o qué sé yo; pero lo hicieron pensando mal de mi persona
También me dan risa las esposas que se sienten tan amenazadas porque me atrevo tener una conversación intelectual con su esposo. “¿Nunca se te ocurrió que yo no tenía el más mínimo interés en él?” pensé decir tantas veces.
En este, mi momento de vida, post-menopáusico, todo eso se me había olvidado. Los sucesos del día me regresan al tema y, sanando mis recuerdos, tratando de comprender el porqué de todas estas cosas, se levanta la costra.
Veo que la nueva piel de serpiente viene fresca, sanada, porque puedo hablar de ello abiertamente, sin vergüenza. Gracia divina que deseo a todas nosotras y a nuestras hijas, de todo corazón.
Los tiempos siguen cambiando, la consciencia se eleva, las mujeres somos más fuertes, las jóvenes son más maduras, independientes y proactivas. Tengo fe en que, si nosotras, madres, educamos bien a nuestros hijos varones, todo cambiará.
Amen, amemos, amémonos.
Aum Rak