Por Bruno Díaz
Somos a veces un poema por encontrar, en el misterio de una hoja en blanco. De a poco van llegando las letras que se posan como puentes, sobre el espacio infinito de la inspiración y la realidad que quiere ser transitada, llevada de un lado al otro del puente.
En ocasiones, somos la escultura que se encuentra escondida, insinuada en el vientre de la cantera. Necesita unas manos, inspiración, trabajo e ilusión para nacer, un día, de su sueño de piedra.
Por momentos, somos la melodía que se insinúa en la noche, esperando anidar en nuestro interior, como ave después de encontrar alimento. Anidar para descansar las alas, las patas y el pico, del día y su resplandor.
Podemos creer que somos las emociones que tenemos, o las historias en las cuales creemos habitar, las ilusiones con las que pretendemos no sufrir o cualquiera de nuestros condicionamientos de mente y cuerpo.
No somos las emociones que vivimos, las emociones son mensajeras y hace falta una veta de artista interior para tomar dictado del mensaje y después dar una respuesta. Tampoco somos la historia, porque esta es siempre una recreación y no respira ni suda o padece, sin nuestra energía, aliento y cuerpo.
Lo mismo sucede con las ilusiones: esos deseos de no estar así o estar de otra manera. Una forma de escapar de la experiencia contundente, tangible y a veces abrumadora del presente, que, por otro lado, es la única puerta a la vida.
A veces recordar la piedra de donde sale la escultura, la página en blanco a donde surge el poema y el silencio de donde es parida la música, me hacen mucho bien. Recordar esto, me deja saber que a veces en el consultorio, podemos ser el puente, el artista que ayude a dar salida, camino y sentido a aquello que yace, en el terreno de lo invisible y que busca ser expresado por cada uno de nosotros: En última instancia, a cada uno toca, la hermosa y tremenda tarea de ser artista de sí mismo…
Bruno Díaz
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