Por Martín Villanueva Reinbeck
Amar no es una obligación, sino un privilegio.
No se puede amar por presión ni por deber, sino porque es el mayor placer en la vida. Amas por gusto, porque puedes amar; no amas para cumplir ninguna regla, ni para hacer méritos ante nadie. Amas por el simple y maravilloso placer de amar.
Te amo y te valoro por ser quien eres, no por ser como yo quisiera que fueras. Confío en tu capacidad de aprender de tus experiencias y de levantarte de tus caídas, más fuerte, más maduro. Tengo plena fe y absoluta confianza en tu poder como individuo.
Te amo, comparto tus alegrías y me regocijo contigo cuando te sientes dichoso. Me deleito en tu presencia, mas no pretendo poseerte; disfruto de tu compañía, pero no deseo retenerte ni impedir tu vuelo. Paladeo el regalo de compartir en el presente, por el simple gusto de estar juntos sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderte libremente.
Te amo y precisamente por eso no dependo de ti, pues si dependiera no sería amor sino carencia. No dependo de ti, te amo.
No te quiero mío, te amo tuyo, te amo libre. Te amo, como amo a la brisa que viene y va y acaricia mi mejilla.
Te amo y tengo la suficiente humildad como para recibir tu ternura y tu cariño sin representar el papel del que nada necesita. Acepto con gusto lo que me brindas, pero no exijo que me des lo que no puedes o no deseas.
Te amo y le agradezco a la vida el prodigio de tu existencia, pues siento tu presencia una auténtica bendición en mi sendero. Gracias por ser.
Te amo y al amarte a ti, me amo a mí mismo y me siento orgulloso de ser una nota digna y valiosa en la sinfonía de este mundo.
Martin Villanueva Reinbeck