Por AumRak Sapper
En la tele me encontré con un reportaje de la BBC en donde se veían a algunos miembros de Isis (¿A quién se le ocurrió ponerle el nombre de la Diosa Isis a ese grupo de asesinos?).
Dicho reportaje me tiene meditando hasta el día de hoy… En él vi a niñas jovencitas hablando de las agresiones tremendas de las que son víctimas, de la persecución y el miedo en el que viven. Estas niñas hablaban de cómo su pueblo era un lugar bello hasta que llegaron estos salvajes. También contaron cómo los hombres de sus familias fueron asesinados y cómo se llevaron a las mujeres, para violarlas, algunas veces, hasta 10 veces diarias. Dicen ellas que, a estas mujeres, las llevan a un mercado en donde las venden, y que estos hombres malditos, las buscan con buenos dientes, como si fueran animales.
Todo este me lleva a preguntarme: ¿Cómo se han endurecido los corazones de estos hombres? ¿Qué clase de niñez será la que tuvieron? ¿Cómo habrán sido criados para tener esa falta de respeto y sentimientos?
También pienso y medito el hecho de que, en Latinoamérica, se dé tanto la violación de menores, los embarazos de niñas adolescentes, abusadas por miembros de su familia, abandonadas y perdidas.
Hace muchos años, recuerdo, en una ceremonia, un tata (ya borracho) besaba el suelo, diciendo: “Yo amo a la madre Tierra”. Me rompió el corazón verlo, porque sabía que, el día anterior, había echado a su hija de casa solo porque estaba embarazada.
¡Me rompió el corazón esa dualidad tan tremenda, esa falta de consideración y de respeto hacia la mujer! Y claro, también hacia nuestro bello planeta.
Me pregunto de nuevo: ¿De dónde o cómo surgió ese momento que separa y divide a la raza humana en hombres y mujeres? ¿De dónde vienen esas atrocidades? La respuesta es sencilla: vienen de la completa falta de amor; la falta de amor de una madre que concibe a su hijo bajo el trauma de una violación, un hijo indeseado, odiado, que viene a cortar esperanzas, sueños y vidas de tantas niñas.
¿Cómo se puede esperar que pueda haber amor en esos corazones? Y más aún, ¿Qué podemos hacer para solucionarlo?
En la India existe un grupo de mujeres que visten de color rosa brillante. Ellas protegen a las mujeres que sufren por la violencia de sus maridos, llegan a las casas y reprenden al marido y hasta lo cachetean.
Pienso que las mujeres unidas podemos cambiar nuestra consciencia, ya que somos todos uno.
La cualidad de ser víctima conlleva tener un victimario. Si una de nosotras sana, sanamos todas. Ayudándonos, apoyándonos.
Y otra vez me cuestiono: ¿Cómo podemos tener la fuerza para poder decir “basta”, perder el miedo y enfrentarnos, empoderadas, ante quienes nos abusan?
Yo fui una mujer abusada, y recuerdo, con escalofríos y mucha rabia, todos las mecanismos de control que usó mi esposo para descargar su ira, entre ellos, la violencia hacia mi hijo cuando yo no hacía lo que a él se le antojaba; y yo, callada, tenía que soportarlo, si no, le caía más al niño inocente. A mí, nadie me apoyó. La gente solo me decía: “Mal con ellos, peor sin ellos”. Y esto, no es cierto.
Mi vida cambió totalmente desde el bendito momento en el que él me cambió por otra mujer, después de que al fin llegué a decir “¡Basta!”. Desde entonces, aprendí a ser independiente, a tomar mis propias decisiones y a ser feliz. Ahora solamente deseo poder sanar esas cicatrices, para poder abrir mi corazón y poder amar de nuevo. Esta vez a un hombre bueno. Un buen amor.