Por Veet Pramad
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El Loco es el niño no-programado, el niño EPATIPIC, Espontáneo, Presente en el presente, Alegre, Total en sus iniciativas, Inocente, Perceptivo, Imprevisible y Capaz de maravillarse. Este ser perfecto, integrado y completo, ya desde el útero, se encuentra con los dos principios fundamentales que crean y destruyen todas las cosas: el Principio de la Acción y el de la Receptividad (el Mago y la Sacerdotisa en el Tarot, el Yang y el Yin en el taoísmo). El embrión (vivenciando e incorporando el Mago) patea la barriga de su mamá, después, el bebé juega con las llavecitas de colores colgadas encima de su cuna, y más tarde gatea detrás del cachorro. Vivenciando la Sacerdotisa permanece quieto, silencioso o ensimismado y, a veces, chupándose el dedo.
En la medida en que ese espíritu encarnado en esta escuela planetaria va tomando cuerpo, interactúa inicialmente más con su madre y después con su padre, que son la Emperatriz y el Emperador, los Principios Femenino y Masculino materializados, iniciando así el proceso de programación que, como vamos a ver, incide en los cuatro aspectos del ser: cuerpo físico, emocional, mental y energético.
Ya desde el útero, la madre programa al bebé a partir de sus deseos; es así que nacen muchos niños con un psiquismo femenino o niñas con una psique masculina. Después (y este es generalmente uno de los traumas más generalizados), viene el nacimiento, donde no solo al bebé le dan unas palmadas, sino que lo separan de su mamá, llevándolo al cunero o a la incubadora, por lo que este siente que le arrancan una parte de su cuerpo físico, justamente aquel que le daba protección y calor.
La programación continúa en la medida que esa desvergonzada espontaneidad con la que el bebé/niño expresa sus emociones e impulsos instintivos molesta a la madre, quien, a su vez, fue obligada a contenerse emocional e instintivamente durante generaciones y generaciones, y ahora repite el patrón con sus hijos.
Otro factor de programación son las expectativas que los padres tienen en relación a sus hijos. El niño crece, aprende a hablar, con lo cual se aproxima más a su padre y va desarrollando la mente, que es programada a partir de incorporar toda una serie de ideas, creencias y doctrinas y de ser invalidado, criticado o censurado cuando expone sus ideas. Ante la imposibilidad de ser él mismo, el niño o la niña, desarrolla una falsa personalidad, cuyas funciones principales son conseguir la aceptación y evitar el sufrimiento. Esta estructura de defensa es el ego.
El arte final de este proceso de programación viene dado por el Hierofante, que representa las ideologías con que el niño es bombardeado por los profesores, los medios de comunicación y las religiones. A mayor programación, más desconexión con el ser verdadero, menos autoestima y auto confianza, más inseguridad y carencias emocionales y, claro, más sufrimiento, y por lo tanto, más necesidad de salir del sufrimiento y de la programación.
El adolescente, en Los Amantes, movido por la energía sexual que aflora en esta fase, se relaciona y encuentra otros adolescentes que lo aman, lo valoran y le dan apoyo para ser más él mismo, llevándolo a hacerse los primeros cuestionamientos en relación a la vida que quiere vivir, cómo la quiere vivir y con quién.
Estos cuestionamientos van concretándose en el Carro donde el joven cierra un ciclo de su vida y abre otro a través de liberarse/desapegarse de ciertos condicionamientos, patrones de conducta, creencias, vínculos, dependencias, identificaciones, etc., haciendo una limpieza en su vida que lo deja más leve, independiente y suelto para encarar el 2º septenario.
*Veet Pramad da consultas en línea o presenciales, así como talleres de Tarot Terapéutico. Para más información entra a su Facebook o visita su sitio en la red: http://www.tarotterapeutico.info