Por Veet Pramad
El principio de individuación, es decir, aquello que condiciona y posibilita la individualidad, es un principio que ha sido discutido desde la filosofía de Aristóteles, la escolástica medieval y Giordano Bruno y Paracelso en el renacimiento, hasta por la filosofía moderna de Leibniz y Schopenhauer. Sin embargo, dicho principio no tomó su forma definitiva como proceso de individuación hasta el siglo XX, cuando la psicología analítica de Carl Gustav Jung la definió como: “Aquel proceso que engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo”.
Hoy en día podemos decir que el proceso de individuación es aquel que lleva al ser a ser totalmente él mismo. Es decir, es aquel proceso que lleva al bebé a desarrollarse plenamente como adulto completo, realizado, fructífero, sano y feliz.
Cuando un bebé llega al mundo, lo hace como un ser perfecto, íntegro y completo, que se desarrolla, en los aspectos físico, emocional y mental, a partir de una estructura energética central; y en plano espiritual, a partir de un átomo divino. Sin embargo, no podemos decir que el bebé ya ha alcanzado la plenitud de sí mismo, puesto que la alcanzará en la medida en que se vuelva consciente de su ser a través de sus acciones, sus talentos, potencialidades, predisposiciones, instintos y esencia divina que viven en su inconsciente. Paradójicamente, este proceso de individuación se da de una manera relativamente universal, pues se vive a través de una serie de etapas comunes en la mayoría de las personas.
La secuencia de Arcanos Mayores, desde “El Loco”, colocado como 1ª carta, hasta “El Universo”, ilustra perfectamente esas etapas comunes o fases de conciencia por las que atraviesa el ser humano durante su proceso de individuación. Para esto, podemos agrupar a Los 22 Arcanos Mayores en “El Loco” y tres septenarios. En esta agrupación, “El Loco” representa al bebé aún no programado por la familia y apenas iniciando la manifestación de sus peculiaridades individuales.
A partir de la carta de “El Loco”, cada septenario mostrará una parte específica del proceso de individuación de la siguiente manera:
El 1º septenario, formado por las cartas que van desde “El Mago” hasta “El Carro”, nos habla del proceso de programación infantil realizado por la familia, las religiones y los medios de comunicación.
Dicha inclusión es más fácil de entender si pensamos en términos de reencarnación: si un individuo que en esta escuela planetaria, donde tiene la oportunidad de pasar de un 0% a un 100% de conciencia, no consiguió aprobar ciertas asignaturas, cuando regrese a la escuela después de las vacaciones en que estaba desencarnado, tendrá que estudiar y examinarse de nuevo en esas asignaturas; es decir, tendrá que resolver ciertas cuestiones internas como patrones neuróticos de conducta, miedos, compulsiones, áreas sensibles y otros bloqueos que estaban pendientes de resolver. A esos contenidos los podemos llamar “karma”, y aunque el ser humano no se haya llevado ese material inconsciente a su lugar de veraneo, la familia en la que nace se encarga de “karmatizarla”, obligándola así a tener que encarar, resolver y crecer a partir del punto de evolución en que se encontraba en la vida anterior.
Las cartas que ilustran mejor esta programación infantil son “La Emperatriz”, “El Emperador” y “El Hierofante”.
Por su parte, el 2º septenario, formado por las cartas que van desde “El Ajuste” (“La Justicia” en las barajas tradicionales) hasta “El Arte” (“La Templanza”), ilustra el proceso de desprogramación y sus consecuentes transformaciones. Aquí, el ser humano va a la búsqueda de sí mismo; deja de colocar el foco de su atención en el mundo externo para colocarlo dentro; extrae lecciones de sus experiencias, y va respetando e integrando sus aspectos, dejando de ser un mendigo de aceptación para aceptarse a sí mismo.
El 3º septenario, desde “El Demonio” hasta “El Universo”, se refiere al pleno rescate de los aspectos del ser que habían sido condenados durante la programación, es decir, los instintos y la percepción, trabados por una colección de creencias que aquí son eliminadas. De esta manera, se vuelve posible zambullirse en la sombra para entenderla e integrarla, y así rescatar el ser luminoso, consciente y amoroso que se realiza plenamente en el Universo.
Entender este proceso no solo ayuda a vivenciar a Los Arcanos como algo profundo e inherente a cada uno, sino que también deja más claro cuál es el camino de auto-encuentro, desenmascarando las trampas de la programación.
Este es el 1º artículo de una serie estudiará cada septenario.
Veet Pramad
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