Por Bruno Díaz
El conflicto aparentemente insoportable es una prueba de la legitimidad de nuestra vida. Una vida sin contradicción interna es solo una vida a medias, o bien una vida en el Más Allá, que solo está destinada a los ángeles. Pero Dios ama más a los seres humanos que a los ángeles.
Carl G. Jung
Son varios los que han dicho que del conflicto y de la contradicción surge algo nuevo; de los opuestos surge una tercera cosa, que no es la primera ni la segunda, aunque tiene características de ambas. Esta tercera cosa, cuando surge, trasciende e incluye las precedentes.
Nos hemos acostumbrado a buscar desesperadamente el “bienestar”, la “felicidad”, lo “bueno”, tratando de esconder lo que creemos que es “malestar”, “infelicidad”, “lo malo” para nosotros. Pero, justamente, de la tensión sostenida es de donde surge algo nuevo: una imagen, un sueño, una idea, una conducta, una intención, un movimiento…
Gracias a los momentos incómodos es que hacemos modificaciones, encontramos cosas importantes, profundizamos, proyectamos y nos vamos volviendo más nosotros mismos; valga decir: nos vamos volviendo quienes hemos venido a ser.
A veces quisiéramos andar sin estrés, sin dudas e indecisiones, sin reservas, miedos, y con mucha seguridad. Cabe plantearnos lo siguiente: ¿Y si uno echa a andar el camino con todo y dudas? ¿No será el propio camino y la experiencia la que vaya abriendo la duda para que de su entraña brote la sabiduría?
De igual modo, ¿Cómo podría uno, estar seguro antes de hacer la experiencia y recorrer la senda que precisamente otorga eso: seguridad?
¿Y si el miedo fuese compañero de viaje que nos recuerda que estamos en juego, que la vida es importante y que es “legítima”, frágil y poderosa, luminosa y oscura, cercana y lejana?
Así, dentro de la contradicción o aún en ella, a nuestro pesar, o gracias a ella, seguimos adelante con la cicatriz que abrió en nosotros, tatuados de vida, rayados de luz en nuestras oscuridades y con tinta oscura sobre nuestra luminosidad.
Bruno Díaz