Por Nina Llinares
Su nombre deriva del latín caelestis, que quiere decir celeste, y, de la misma manera en la que sentimos calma y paz al mirar el cielo azul despejado, la celestita nos ayuda a sentir lo mismo. Sostener una celestita entre las manos nos ayuda a equilibrar nuestras ondas cerebrales, lo que nos permite sentir calma y paz interior.
La celestita es un regalo de la Madre Tierra que nos recuerda que somos seres terrenales y también celestiales; que necesitamos, de vez en cuando, recordar ese espacio de tranquilidad y sosiego en nuestras actividades diarias, permitiendo que los pensamientos se calmen, que las ideas, las responsabilidades y obligaciones no nos sobrepasen, para así poder renovarnos, llenarnos de esencia luminosa y seguir en la acción con impulso renovado.
Disponer de piezas medianas de celestita (drusas), en nuestros espacios personales (tanto en el hogar como en el trabajo), nos ayudará a sentir tranquilidad, y a que recordarnos ese azul único que tiene este mineral tan relajante.
La celestita es un sulfato común que crece en los yacimientos de azufre y sal, por lo mismo, es un mineral muy blando y frágil (de 3 a 5 en la escala de Mohs); por esta razón, si queremos limpiarla, solo debemos pasar sobre ella una tela embebida en infusión de salvia, y después secarla con delicadeza.
Afortunadamente, este regalo de la Madre Tierra abunda en casi todos los continentes, principalmente en países como EEUU, Madagascar, México, Italia, Alemania, España, Escocia, Túnez, Sicilia y Francia.
Nina Llinares.
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