Por José López Guido
Se podría decir que las caricias son el principal motivador de la existencia; una caricia es sinónimo de atención, de aceptación, de aprobación y de que somos necesarios.
La vida es en realidad difícil de vivirla; para obtener un poco de bienestar es necesario invertir grandes cantidades de energía; somos capaces de dejar el hogar, cambiar de ciudad, de país y hasta de mundo; por ello el suicidio. Para recibir una caricia, una mirada de aceptación, de reconocimiento, somos capaces de todo. Nos convertimos en héroes, poetas, genios, valientes, exitosos, gigantes, políticos, mediocres, mendigos. En fin, en cualquier cosa con tal de sentirnos diferentes, excepcionales, únicos. Y así recibir un poco de caricias, que no es otra cosa que un mensaje de atención… en fin, un efecto de amor.
Esto sucede en todos los seres de los tres reinos de la naturaleza; quien no recibe algo de estos requerimientos se marchita y muere. Una planta de casa que no recibe un poco de cariño, crece pálida y hastiada; un perro que no recibe atención se vuelve destructor; un niño al que no se le toma en cuenta baja las calificaciones o se vuelve problemático; si no obtiene resultados, termina siendo un delincuente; necesita hacer algo para obtener el amor necesario; si no lo obtiene, cambia de sistema hasta que obtiene lo que necesita. Es como su pasaporte a la felicidad.
Una caricia es sentir la mano de Dios tocándonos, aceptándonos, reconociéndonos, aprobándonos, reconociendo que existimos. Es disipar los negros nubarrones de las inseguridades, es transmutar los resentimientos en amor, es calmar la desaforada alma, es clarificar el espíritu, es transmitir la añorada paz a la materia, es arrancar las enfermedades al cuerpo y metamorfosearlas en salud, es concebir la creación a través de nuestra creatividad, es transformar la oscuridad en luz, es amor.
El mundo está enfermo por nuestro egoísmo; limitamos las caricias a nuestros hijos porque a nosotros nos las negaron, y nos las negaron porque ellos las carecieron y las carecieron porque no se las dieron… ¿por qué? Porque de esta manera vamos por la vida buscando caricias y para obtenerlas vamos a ser… ¿Qué soy? Qué espectacular habilidad debemos inventar para obtener caricias. Por fortuna, tenemos esta necesidad que es la que nos lleva en busca de satisfactores y así contraemos deudas y así las compensamos… esto es la evolución.
Mediante el contacto físico, no digamos una caricia, se puede obrar una curación. A una persona que le han limitado las caricias basta ponerle la mano pidiendo al ser supremo que nos permita ser el instrumento de curación para que experimente un gran alivio. La energía fluye libremente cuando el otro tiene espacio en donde se le manifieste. La mayoría de las enfermedades surge por falta de caricias. Una caricia es un medio para incrementar la autoestima. Un niño sin caricias es un adulto triste, con pequeñas metas y un suicidio en potencia. Un adulto sin caricias es un sobreviviente en medio de la devastación, que no pisa tierra firme y camina tambaleante en busca de aceptación. Un ser sin caricias es una oxidada armadura que perdió toda espontaneidad y no se permite dar ni recibir.
Permito liberarme del pasado. Me permito dar caricias, para recibir caricias. Me permito sentir. Me permito fluir. Permito que la energía regeneradora pase a través de mí y de mis caricias. Me permito dar y recibir amor. Dios vive en mí y en mis seres queridos.
José López Guido
Fragmento de su libro La Magia del Amor.
Si te interesa tener tu libro La Magia del Amor o participar en los talleres que José imparte, puedes escribir a El Manantial (manantialmex@hotmail.com)