Por Claudia Sanchez Musi
Es bien sabido, en el gremio del espíritu, que a las personas debemos amarlas tal y como son; sin embargo, en esto he notado una falla terrible que pasa inadvertida ante los ojos de quien ama, y que se vuelve una especie de ceguera.
Remarquemos la diferencia: una cosa es amar a las personas tal y como son, y otra muy diferente, es justificar sus faltas de respeto, de tacto, de amor, de cuidado, de delicadeza, etc. Hay quienes van por la vida haciendo lo que les da la gana, pasado encima de quien sea con tal de lograr sus objetivos y, a la hora de la verdad, se escudan en “así soy y siempre lo supiste”.
Todos los seres humanos tenemos cualidades y defectos, cosas hermosas y muchos monstruos con los cuales lidiar; sin embargo, existen diferencias: una radica en quién es capaz de reconocerlo, como parte esencial de su ser, en la confianza de que existe un fuego natural del espíritu que nos impulsa a crecer, a abandonar las zonas de confort, salir de lo “seguro”, y que nos lleva a transformarnos; y otra muy diferente es la persona que se esconde en su cobardía, justificando sus errores y sin ninguna necesidad de cambiar, pensando que es mejor que el otro se aguante, y “si quiere”. Este lugar en la rebeldía no deja espacio para el crecimiento, para la resolución de conflictos desde el amor, no deja espacio a un nosotros.
Debemos recordar que las relaciones humanas son todo un desafío porque nos muestran el lado oscuro de nuestro ser. A través de los vínculos afectivos podemos ser felices, gozar, amar, ser profundamente dichosos, pero los vínculos afectivos también nos muestran la verdad oscura de nuestro interior: despiertan heridas profundas, historias sin resolver, dolores del alma.
Hay quienes deciden atravesar juntos esos pozos para crecer, sanar y crear estados más profundos de intimidad y comunión; y también hay quienes huyen de ello, quienes prefieren negar que entregarse a la posibilidad de dejar ver su verdad desnuda, transparente y vulnerable, y permitirse ser amado con y a pesar de ello. Porque cuando mostramos nuestra vulnerabilidad somos amados también. Cuando la escondemos y nos defendemos o preferimos huir, nos negamos la posibilidad de ser amados por lo que verdaderamente somos.
Nos escondemos porque nos identificamos con nuestra sombra. Creemos que eso somos y no hay nada más lejos de la verdad. No somos nuestra neurosis, no somos nuestros traumas, no somos nuestras heridas, ni somos nuestra rebeldía, no somos unos malnacidos, ni somos unos enfermos, no somos adolescentes tardíos, no somos crueles, ni somos santos, porque nada “define” a un ser libre. Un ser libre es capaz de reconocer su Brillo y su Belleza, es capaz de soltar lo que no necesita, lo que detiene su crecimiento. Un ser libre es aquel capaz de comprometerse con su propio crecimiento y con la sanación de los vínculos que le son importantes en su vida.
Amar a las personas tal y como son es un acto de humildad y entrega, siempre y cuando no implique doblegar tu ser, ocultar tu verdad o dejar que el otro domine la relación a su voluntad, solo porque “así es” y no piensa moverse de ahí. Entonces, amar a las personas tal y como son implica aprender a amarte tal y como eres en la consciencia de que toda transformación es favorable, es parte del movimiento y evolución natural de nuestro ser.
Seguramente te ha pasado, yo he tenido varias lecciones al respecto porque amar a las personas como son, la mayor parte de las veces, lo mal entendemos y lo confundimos con algo parecido a la sumisión. El amor entre dos personas es un lazo en donde necesariamente debe haber reciprocidad: respeto a uno mismo y al otro. El amor implica respeto, siempre. El amor implica ir más allá de nuestro ego y nuestras identificaciones para abrazar lo que es desde el alma, pero amar también implica parar, soltar y poner límites a quién no se está comportando a la altura contigo.
Durante mi trabajo con la gente he escuchado cosas muy fuertes que se refieren a este tema, tales como:
- Ya no me golpea tanto como antes, está cambiando y yo debo ser comprensiva porque lo amo como es.
- Es un espíritu libre, lo amo tal y como es. (Y su libertad implica que asumas o aguantes situaciones dolorosas, de poca dignidad y abandono).
- Es muy reservado y no le gusta expresarse, pero lo amo tal y como es. (Una cosa es que exista gente más reservada y otra usar esa característica de la personalidad para evitar la comunicación).
- Es la mujer a la que amo, es muy violenta pero la amo como es porque comprendo su historia. (¿Y por eso permites que te maltrate y maltrate a tus hijos?)
- Pobrecito, no puede controlar su ira y cuando se enoja dice cosas horribles y muy hirientes, pero le está echando ganas, y lo amo como es.
Absolutamente ninguna situación que atente contra tu dignidad, contra la integridad de tu persona, es una situación buena para ti, aunque se encuentre disfrazada bajo el nombre del amor, porque el amor verdadero respeta, nutre, abraza, cuida, fortalece, te empodera, te acompaña.
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Con amor, Claudia.